15 oct 2012

Roma-Alemania-China. Notas sobre escenografía, espectáculos y poder.


Función del teatro y los espectáculos en Roma
En Roma la parte de la población que asistía al teatro era una minoría en comparación con el circo y con el anfiteatro (el número total de asientos existentes en los tres teatros de Roma en el siglo I era aproximadamente la mitad del anfiteatro Flavio (Coliseo) y muy inferior al aforo del Circo Máximo, en el que cabían unos 255.000 espectadores).

Los días de juegos irán progresivamente en aumento con el paso de los años.
En la época republicana nos encontramos con una media de setenta y siete días (77) de juegos al año, de los cuales en cincuenta y cinco (55) se programan los escénicos.

Si pensamos que en Atenas las dionisiacas de la ciudad sólo sumaban diez (10) días de fiesta, y que éstas tenían un carácter primordialmente religioso, deduciremos que nos encontramos con dos estilos de vida diferente y de una organización ciudadana difícilmente comparables.

Con Marco Antonio, el número de días de juegos se eleva a ciento treinta y cinco (135) anuales.

Y, en el 354 d.C. la cifra asciende a ciento setenta y cinco (175 prácticamente la mitad del año), de los cuales ciento un días (101) se destinan a los juegos escénicos.

En uno de sus poemas Juvenal decía de la plebe de Roma que “…duas tantum res anxius optat / panem et circenses” (“ansiosa sólo desea dos cosas, pan y juegos de circo”) y algo parecido dirá Frontón, Principios de la Historia V 11: “populum Romanum duabus praecipue rebus, annona et spectaculis, teneri” (“el pueblo romano está principalmente entretenido en dos cosas, el reparto del trigo y los espectáculos”).  Dos de las obligaciones de los emperadores fueron alimentar a la plebe y entretenerla; para lo primero solían realizar mensualmente distribuciones de alimentos en el Pórtico de Minucia para asegurarles su ración de pan diario; para lo segundo organizaban en diferentes escenarios laicos o religiosos –el foro, los teatros, el circo, el anfiteatro, etc.- espectáculos interminables que duraban varios días, manteniendo así a la población entretenida.
   
Para los días festivos era necesario tener entretenimientos para la población, sobre todo para evitar disturbios de una población ociosa y sin nada que hacer, de manera que los emperadores vieron en los juegos y espectáculos el medio más apropiado para ocupar el tiempo libre de la plebe.  La multiplicación de los días festivos y de los juegos y espectáculos era el modo de controlar a una población que se hacinaba en Roma y que asediaba el palacio del emperador.

Los espectáculos tenían una función política de propaganda del poder: el que todos los ciudadanos pudieran ver al emperador evitaba el aislamiento de éste respecto de la plebe y la posible consideración del emperador como un ente abstracto ideal y no como una persona física y real.  Cuando el emperador entraba en el circo, teatro o anfiteatro la gente elevaba un grito unánime, agitaban sus pañuelos y le dirigían un saludo a modo de himno y de oración.  En estos espectáculos el público podía contemplar la humanidad del emperador, pues compartía con él emociones, deseos, temores y alegrías.  Así, la celebración de juegos y espectáculos no sólo entretenía a la masa, sino que devolvía al emperador la popularidad, el cariño y la familiaridad con su pueblo.  En ocasiones el público se atrevía a pedir al emperador una obra, el castigo de alguien, etc., lo cual hizo que los espectáculos se convirtieran en un vehículo para canalizar y utilizar la voluntad del pueblo.

La proliferación de los juegos también tuvo razones sociales: se calcula que unos 150.000 romanos no trabajaban y estaban bajo la protección del estado; así, no sólo darles de comer, sino el tenerlos entretenidos era la mejor forma de evitar disturbios, acaparar sus pasiones, desviar sus instintos y canalizar su actividad.  En contrapartida, el desembolso económico para celebrar los juegos y mantener este instrumento de control de la población era tremendo; en un principio, eran magistrados los que se encargaban de organizar y pagar de sus expensas estos espectáculos, pero cada vez con más frecuencias debía ser el propio emperador quien los costeara de sus propias arcas; a ello se sumaba el orgullo de cada emperador –salvo Tiberio-, que de manera general no podía permitir que los espectáculos del emperador anterior fueran mejores que los suyos, por lo que cada vez eran más exagerados los gastos y los espectáculos.


En la película Gladiator, la representación de la llegada del emperador Cómodo a la ciudad se representa copiando uno de los documentales de propaganda política más conocidos (y que puede considerarse además el primero) El triunfo de la voluntad, de Leni Riefenstahl, que: "Muestra el desarrollo del congreso del Partido Nacionalsocialista en 1934 en Núremberg. La película incluye imágenes de miembros uniformados del partido desfilando (aunque aparecen relativamente pocos soldados alemanes) al son de conocidas marchas, además de partes de discursos de varios líderes nazis en el Congreso como Adolf Hitler. Fue Hitler quien encargó el filme y su nombre figura en los créditos iniciales. El tema principal de El triunfo de la voluntad es el regreso de Alemania a la categoría de potencia mundial, con Hitler como una especie de mesías que devolverá la gloria a la nación."




Parece evidente que el director de la película equipara a Cómodo con un dictador, pero por otra parte nos da más pistas: en el Congreso del partido nazi de 1934 se utiliza una escenografía muy concreta para presentar a un político (Hitler) como líder, héroe, etc.

Uno de los responsables de esta escenografía política fue el arquitecto Albert Speer, posteriormente ministro en el Gobierno, condenado tras la II Guerra Mundial a 20 años de cárcel y que proyectó además edificios del nuevo régimen, así como una renovación completa de Berlín que no se llevó a cabo.

El punto más destacable quizá, desde los contenidos de este Módulo, es cómo desde la arquitectura se pueden hacer propuestas muy potentes en cuanto al diseño del espacio escénico, y cómo éste se puede utilizar como propaganda.

No es el único caso. Hay un libro de investigación periodística llamado La silenciosa conquista china en el que dos periodistas españoles exponen su estudio durante años de la expansión económica de China en todo el mundo. Uno de los momentos clave que señalan es precisamente un espectáculo con el que China mostró al mundo su capacidad de organización de forma espectacular: la Ceremonia de Inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008.
La utilización en ese espectáculo de auténticas masas humanas perfectamente disciplinadas y sincronizadas fue todo un símbolo retransmitido a todo el planeta.
Aquí no solo tuvo su papel la producción de este espectáculo -guión, movimiento de personas, luces, fuegos artificiales, música, tecnología, etc- sino también el espacio escénico, en este caso una arquitectura de estadio olímpico, que podríamos considerar heredera de los Anfiteatros romanos, pero con un despliegue de arquitectura, ingeniería y tecnología contemporáneos, y con una función no solo de albergar el espectáculo sino de simbolizar el poder.




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